Prof. Carlos A. Yampufé Requejo
DNI 16692033
Ana María es una niña de 7 años
de edad y estudia en el segundo grado de primaria en la escuela de Soritor, el
profesor Manuel se ha dado cuenta que Ana María al escribir tiene una letra muy
distorsionada, el día que llegó su mamá a la escuela a conversar con Manuel,
este le manifiesta que la letra de su hija casi no se entendía al escribir, la
señora le cuenta que cuando su hija estaba estudiando en inicial, la profesora
le enseñaba las letras tipo script y no ligada, sin embargo la profesora de
primer grado le obligaba a escribir con letra ligada y Ana María tenía
problemas al reconocer y escribir las letras ligadas, y ahora Ana María
presenta estas dificultades. Manuel conversa con Ana María y le pide que
escriba con letra script una oración y ella lo hace de manera entendible, el
profesor se queda sorprendido y le dice que de aquí en adelante podía escribir
mejor con letra escript.
Ernesto también es un estudiante
de segundo grado del colegio de Canchachalá, y su maestro por más que le dice
que en las sumas de números de más de una cifra, las unidades deben ir hacia la
derecha, él coloca la unidad en el centro o hacia la izquierda, la profesora le
hace conocer al director que Ernesto no puede realizar operaciones aritméticas
y que ya no sabe cómo explicarle “creo que es necesario que le hagan una
evaluación psicopedagógica por que el niño ya parece retrasado mental”. En
educación inicial, Ernesto no había desarrollado la noción de lateralidad.
La dificultad de Ana María y
Ernesto se presenta en varios estudiantes y en diferentes circunstancias,
muchas veces no por “problemas de aprendizaje” de los estudiantes sino porque
no reconocemos que procesos han aprendido nuestras niñas y niños antes de
tenerlos en el aula o que dificultades presentan. Los docentes, a igual que lo
médicos cuando observan el historial de su paciente, debemos reconocer que
avances y dificultades tienen nuestros estudiantes, esto no pasa solo por el
hecho de realizar una “evaluación de entrada o diagnostico” sino que nuestro
sistema educativo debe contar con un historial de los estudiantes que cada fin
de año la/el docente pueda describir de manera muy resumida el nivel de avance
o dificultad de los niños, y que la maestra o maestro que asuma la labor
pedagógica el siguiente año reciba conjuntamente con los niños ese historial
personal de cada uno y pueda entender que a partir de ello pueda tener una
caracterización personal de su estudiante para el uso de la metodología
pertinente y el logro de aprendizajes previstos.
Es necesario que a partir de los
aprendizajes fundamentales, las competencias, capacidades e indicadores,
elaboremos una historia pedagógica de cada estudiante, resumido, que permita
reconocer el nivel de avance o dificultades en las habilidades tanto del
pensamiento, motrices y socioemocionales de nuestros estudiantes, a partir de
ello el docente podrá tener un abanico de estrategias para que, desde el nivel
en que se encuentra el estudiante, se pueda avanzar con sus aprendizajes. La
libreta o informe de mis progresos no cumple con este propósito.